Un trágico pero seguro Final

martes, 14 de octubre de 2008

Hay cosas más fuertes que el amor; y más allá de que uno se sienta en posesión de otra persona, ésta sólo se posee a si misma, y hasta esto muchas veces nos equivocamos, por que a veces ni siquiera te perteneces a ti mismo…

Al narrar esta historia me remitiré a los hechos concretos, obviaré todo detalle superfluo que la haga larga y tediosa. Seré directo… Narraré como lo haría un observador y luego acabaré con mi existencia…

Para mí ya nada tiene sentido…
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Amortiguado por la distancia, el eco de las espadas llegaba hasta la joven de ojos ambarinos. En un contraste casi sobrenatural, el rojo vivido de sus cabellos le cubría el rostro ocultando, o acaso encubriendo, las lagrimas de una angustia desbordada ante el temor de la muerte.

- Debo llegar antes de que suceda lo peor.

Una y otra vez este pensamiento retumbaba en su mente mientras corría escaleras abajo. Vidrios rotos, injurias, ruido de pelea… el fragor de la lucha silenciaba más a cada paso el sollozo de la pálida joven.

Cruzando la mansión, en el salón de fiesta, se libraba la batalla. Un golpe mal medido y otro jarrón fue destrozado por el peso del acero. La segunda espada se posó sobre la garganta de aquel que había hecho añicos el jarrón. Los ojos verde oliva de Marcuss Valiant miraron la luz reflejada en el ápice del arma enemiga. La respiración entrecortada de aquellos combatientes llenaba el salón ahora deshecho. Marcuss Valiant apretó con más fuerza la empuñadura de su espada mientras cerraba los ojos por unos segundos, Evaluaba las posibilidades ante su formidable rival...

Al abrir de nuevo los ojos cruzó la mirada con la de su enemigo, un joven alto, esbelto, de cabello negro recogido en una coleta, que le devolvía la mirada desde el otro extremo del arma. Impotente, y sabiéndose vencido en tan precaria situación, no pudo evitar una sonrisa altanera

- ¿Y todavía eres tan arrogante como para reírte de mí en la hora de tu muerte?-

Y aplicando un poco más de presión con la espada, el joven apretó la garganta de Marcuss Valiant que no pudo evitar un leve gemido de dolor. Maximilian Dreick se tomó su tiempo para disfrutar el momento antes de ordenarle a Marcuss, mediante un breve gesto de su cabeza, que soltase el arma. El ruido del acero contra el mármol del suelo escapó de las paredes del salón y alcanzó a la joven pelirroja, agitando más aún el temor de su corazón.

Ensimismado en su victoria, Maximilian Dreick no pudo ver el diestro movimiento de la muñeca de Marcuss, y en apenas un segundo este dejó deslizar hasta su mano la daga de plata que llevaba oculta en su antebrazo. Maximilian no tuvo tiempo para reprocharse el descuido, ya la daga de plata presionaba su vientre y la sonrisa de su rival afloraba de nuevo, quizá ahora con más arrogancia.

- Las cosas están pares…

- Veo que sigues teniendo el don de sorprenderme, mi estimado Marcuss-

Devolviéndole el gesto con la cabeza, ahora era Marcuss quien invitaba a Maximilian a desarmarse.

Un celaje distrajo la atención de Maximilian Dreick, la joven pelirroja entraba en el salón y el golpe de las puertas agitó el aire apagando algunas velas, velando así a la mirada de los combatientes el llanto de sus ojos ambarinos.

Ambos posaron sus ojos en aquella dama… El silbido de un arma arrojadiza y un momento de confusión lo fue todo. Maximilian aferró con más fuerza su espada hundiéndola en el pecho de Marcuss. Más allá, junto a las puertas, se desplomaba el pálido cuerpo de la joven dama. Nada que hacer… La daga atravesada en el pecho fue mortal, Maximilian lo supo antes de alcanzar el cuerpo inerte de la mujer que amó.







Epílogo

Esta es mi historia. La historia de mi fin y de cómo se acaba con ese estereotipo del que el amor lo puede todo…
No se qué habrá después de la muerte, para cuando lo sepa ya no podré contarlo. Ella no tiene nombre, he preferido guardármelo, el mío es Maximilian Dreick y este es mi testamento, mi última voz en este mundo material. ..

Esto no es más que un trágico pero seguro final…